El doble veto de Patricia Llosa a Isabel Preysler
Detrás de su sonrisa de novia obnubilada que visita la tierra de su amado por primera vez, Isabel Preysler ha tenido que tragarse más de un sapo durante su estancia en Perú junto a Mario Vargas Llosa. Disciplinada y dueña de todas y cada una de sus formas, nada en su actitud ha hecho entrever un síntoma de disgusto o desagrado, pero motivos no le han faltado para sentirlo. Pese a encontrarse fuera del país, la ex mujer de Mario, Patricia Llosa, le había dejado un importante recado en forma de veto.
Cuando Patricia supo de la intención del padre de sus hijos de visitar Lima y Arequipa para festejar su 81 cumpleaños, tal y como había hecho los últimos años a excepción del pasado, tomó dos decisiones. La primera de ellas, hacer las maletas y marcharse a su residencia en República Dominicana para escapar del revuelo que la visita del Nobel a su tierra natal iba a causar. Mucho más si esa visita era con la pareja que tan poco agrada a Patricia; la misma por la que dijo sentirse abandonada pese a que el escritor ha sostenido siempre que su matrimonio estaba ya roto. Así las cosas, estaba claro que su mejor opción era poner distancia, evitar incómodas coincidencias y relajarse en la preciosa mansión caribeña que le correspondió en el acuerdo de divorcio.
Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler durante la celebración de cumpleaños / Gtres
La primera decisión no albergaba duda posible. La segunda, no fue tan fácil tomarla pero al final ganaron las ganas de pasar la página más conflictiva de su vida y enterrar el hacha de guerra. Patricia se armó de buena voluntad y le trasladó a su ex marido su beneplácito para que pudiera visitar el que fue el hogar del matrimonio en Lima –hoy, hogar en solitario de Patricia- y recoger cuantas cosas aún tuviera pendientes. Además, y sobre todo, le ofrecía así la posibilidad de reencontrarse con su preciada biblioteca, donde conserva su importante colección de más de 30.000 obras que poco a poco está donando al museo de su Arequipa natal. Solo había un pero en su concesión: la visita a al que fuera su hogar en Lima tenía que hacerla solo, sin la compañía de Isabel Preysler. Hoy por hoy, es la casa en la que Patricia está instalada y no está dispuesta a que ponga un pie en ella la que está llamada a convertirse en tercera esposa de Mario.
El escritor e Isabel Preysler llegando a Lima / Gtres
Tal vez su veto no hubiera sido necesario, pues probablemente tampoco Isabel tenía ganas de pisar territorio non grato. Pero lo cierto es que la prohibición se mencionó alta y clara. Lo mismo que aquella que, en ese mismo viaje, excluía a Preysler del reencuentro entre Mario Vargas Llosa y su hija Morgana, a la que no veía en persona desde que se marchó del hogar familiar en 2015. Preysler tampoco estaba invitada a esta cita entre padre e hija que duró algo menos de dos horas y que se produjo en un restaurante de Lima. Una cita que iniciaba el proceso de reconstrucción de una relación que se partió en dos al separarse Mario y Patricia y tomar partido dos de sus hijos -solo Alvaro, el mayor, mantuvo el apoyo a su padre- del lado de la madre. Isabel aguardó en el hotel mientras Mario limaba asperezas con una hija que, al salir publicadas en la revista Hola las fotografías de aquel encuentro, ha puesto todas sus sospechas en la filipina. Nada más lejos de la realidad.